Tuesday, October 27, 2009

Sociedad pavloviana

La ropa planchada es sólo una imposición social que no sirve a ningún propósito útil.

Lamentablemente hay una plétora de convencionalismos similarmente inútiles. ¿Cómo es que estas cosas tan horrendas llegaron a existir?

Una buena parte de la interacción social está basada en estereotipos (que en tipografía es un cuerpo de texto que se va a repetir en diferentes materiales (nombres, etc.)). Estos estereotipos existen porque es más fácil para mucha gente recordar una regla que pensar en la mejor manera para conducir una situación.

Hoy en día la interacción social incluye cosas tan nefastas (como ir a “antros”), que realmente el planchado de la ropa es poco grave.

Por fortuna, cuando ya decidiste que los pequeños hombrecillos (y mujercillas, yo infiero, ahora que se sabe que las neuronas se reproducen) dentro de tu cabeza realmente suban a operar la maquinaria, es fácil encontrar cuáles de estas interacciones comunes tienen beneficios.

Bodas, cumpleaños, días del amor y la amistad, días de muertos, navidades, bautizos… ¿alguien realmente pensará en lo que simbolizan?

¿Alguien realmente se alegrará de ser el patrocinador (i.e. padrino) de la ceremonia en la que tú, en pleno uso de tus facultades mentales, has decidido seguir una doctrina y un camino espirituales, a la precoz edad de 3 meses? Hay gente que tarda una vida en decidir su profesión, y ya no digamos su idiosincrasia y filosofía. Hay gente que nunca define su personalidad propia, y es sólo un collage de revistas de moda y afiches publicitarios. En ese caso sí me sentiría orgulloso de respaldar a un niño tan pródigo que desarrolló su ideología aún antes de aprender un idioma. De tanto gusto quizás hasta arrojaría dineros.

Y ya no digamos lo grato que es cuando alguien se acuerda de ti en fechas específicas, marcadas como campana pavloviana en el calendario. No es tan agradable como estar en la lista de cadenas de email que incluye a amigos y enemigos por igual. Supongo que al menos antes la gente era un poco más sensible.

Démonos por bien servidos, nuestras tarjetas de felicitación anual todavía no dicen “Estimado(a) Sr(a). Ratón, deseo felicitarle en su cumpleaños”.

Las palabras trilladas son como una camisa cuyo color se ha desvanecido. Más por el detergente y la lavadora que por el uso y por el sol. La comunicación biodegradable, ¡wow! Test: ¿cuántas veces hemos sentido calidez al recibir una felicitación? Dudo que respondan 100 de 100.

Y bueno, en contraparte, también las groserías se han devaluado: cuando ofreces mentadas a diestra y siniestra, el efecto se agota. La gente de la costa no sueña que va nadando. Aunque no puedo ofrecer un punto de vista respecto a los sueños de Enzo Ferrari, pero ya estoy divagando.

Hay gente sincera. Y es sincera todo el año, gracias.

De todo esto… francamente… me quedo con la camisa planchada. Para mí ni es tan grave porque de todas formas a mí nunca se me arruga.

Ah, y el planchado de la ropa se inventó en China. Ya saben a quién agradecerle las reumas.

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